martes, 20 de agosto de 2013

Confesiones poéticas de Joaquín Sabina para abrir los cursos de la Unia en Baeza

Un Joaquín Sabina “machadiano” inaugura los Cursos de Verano de la Unia. En un genial diálogo con su amigo, el poeta Luis García Montero, confiesa, ante un público sin pestañear, que admira a su padre desde el día que le detuvo, que recibe poesías nefastas y llama catetos a baezanos y ubetenses.
De vez en cuando, Joaquín Sabina, apretaba un cigarro de plástico, de esos con los que los fumadores se autoengañan cuando quieren echar humo y no pueden. Cubrió su cabello, que conserva en abundancia a sus 64, con un panamá, blanco; no se deshizo del tocado y eso que prometió que se descubriría: “Llevo sombrero para quitármelo cuando Luis (García Montero) recite otro poema”. Que se sepa, esa fue la única vez que le mintió a aquellos que, ayer, al borde del éxtasis a veces, siguieron la media hora que duró la “lección inaugural” del cantautor; la joya del acto de apertura de los Cursos de Verano de la Universidad Internacional de Andalucía, en Baeza. El músico ubetense estuvo, a veces, melancólico, “machadiano” y pidió perdón por los efectos perniciosos de su obra y la de otros en la mejor tradición lírica patria: “Hablo en serio si les digo que creo que le hecho mucho daño al soneto. Antes de leerse mi libro hay que leer a Quevedo. No pueden imaginarse ustedes las mierdas de sonetos que me escriben”. 



No fue una clase. García Montero interrogó cariñosamente a Sabina durante un rato, o, según la versión del último: “Luis me pregunta cosas interesantes y yo respondo gilipolleces”. Sabina situó a su amigo en la cima de la poesía actual en castellano y, de paso, pegó un tirito. “Según Antonio Muñoz Molina, solo están él y El Roto, pero hay más”, advirtió, en unas palabras dedicadas a su paisano el autor de “Sefarad”, que aún saborea su Príncipe de Asturias. Por si no quedaba clara la devoción de Sabina por su amigo, dijo de él: El rector (Juan Manuel Suárez Japón) es magnífico por derecho, pero Luis es cojonudo”. Por cierto, Benjamín Prado, que asistió a la conversación en primera fila, junto a políticos, rectores y otros invitados, no perdía detalle. Tanto elogio quizás llegó a abrumar algo a Luis García Montero, que, a pesar de la confianza que tiene con Sabina, se vio a veces aturrullado. 

Los dos solventaron con éxito la cuestión del pique entre Úbeda y Baeza, sobre el que le preguntó el poeta granadino nada más comenzar. “Montescos y Capuletos en cateto”, quiso zanjar Sabina con humor, aunque, luego, no se resistió a contar una anécdota de juventud. Iba sobre un partido de fútbol entre los equipos de las dos ciudades Patrimonio de la Humanidad. En el encuentro, recordó, había una pancarta en la que se leía: “Los ubetenses saludamos a todos los forasteros, menos a los baezanos”. Para el que no lo supiera, reveló que a los de Baeza, los vecinos los llaman “bamboya” y que los baezanos dedican a los ubetenses el mote de “bacines”. Sabina recordó su juventud y, por convicción, nada de su niñez. “De las biografías solo me interesa a partir de que vienen de la mili y echan su primer polvo”, dejó claro. García Montero le tiró de la lengua y desveló al público que este “Baudelaire con guitarra”, es, además, “lector apasionado de poesía clásica”. Para demostrarlo, le hizo recitar y Sabina, tras afirmar “me vas a hacer lucirme”, sorprendió al declamar la Égloga III de Garcilaso de la Vega; el primer “poeta moderno”, apostilló al final. 

La institución universitaria y su papel transformador centró el diálogo entre los dos poetas durante buena parte de la conversación. “Nos va a devolver (Sabina) a una sociedad que fue el centro de la rebeldía”, prometió García Montero, que reflexionó sobre las escuelas de enseñanzas superior: “No pueden ser un centro burocrático, alejado a la realidad”. Ello le dio pie para denunciar la “agresión” actual a la institución universitaria y para exigir, como alumno que fue, que no se convierta en una “tecnocracia” la Universidad. Sus demandas le valieron ser interrumpido por los aplausos del público, en dos ocasiones a lo largo, tan solo, de cinco minutos. En la réplica, el de Úbeda, que se confesó, de nuevo, “cateto” y algo “mitómano”, describió la Granada a la que llegó para estudiar, y no terminar, Filología Románica. “Era Babilonia, era Nueva York para mí”, recordó. En esa época, “años transformadores” del tardofranquismo, tuvo, por primera vez, una llave de su casa, para él, “lo mejor que he tenido nunca”. Un periodo en el que, dijo, “no respetábamos moralmente a los profesores” y sí a tipos, dos o tres años mayores, que les proporcionaban libros “prohibidos”, de autores como el chileno Pablo Neruda. En ese momento de su vida, tiene problemas con la Justicia y, finalmente, llega su salida del país, previa a su fama. “¿Es cierto que te arrestó tu padre?”, le animó García Montero a contar. “Llamaron a don Gerónimo y le dijeron detenga a su hijo y entréguelo. Fue el peor día de su vida y yo comencé a tenerle respeto”, relató con ganas de cerrar rápido ese capítulo de su vida.

Es el tiempo en el que descubre a Brassens y el “bisturí” de canciones como la “Mala Reputación”. Llega posteriormente, como dijo, su “exilio cobarde y voluntario” a Londres, en buena parte, en pos de una novia británica, de hermosas piernas. Allí descubrió a dos autores que merecen, para él, el Premio Nóbel.  Leonard Cohen y, antes, a Bob Dylan, del que pensó: “Si este que tiene esta voz canta, yo también”. Volvió a usar el sombrero en su discurso, esta vez, el bombín de sus conciertos. “Me lo pongo en el escenario. Cuando bajo, ya no soy yo. Me gusta la soledad infinitamente más de lo que la gente se cree”, admitió y, luego, se quitó mérito: “El que la escribe no es un mago, el género sí es mágico”. Sábina, que entonó sin música “La canción más bella del mundo”, antes de terminar, se puso las gafas de ver y leyó una historia sobre una “rubia de bote” que le enamoró y, a veces, le guiñaba un ojo.  “Solo la podía conquistar robando un banco siendo torero o suicidándome. Requerían una gran dosis de valor que no tenía”, recitó. Cinco minutos de aplausos lo despidieron.

FUENTE: JOSÉ RODRÍGUEZ CÁMARA, DIARIO JAÉN