jueves, 25 de septiembre de 2014

Supersubmarina: héroes del pueblo

Recorremos con el cuarteto su Baeza natal (Jaén), donde todo empezó, donde viven, de donde no piensan moverse y a la que en parte rinden homenaje en su nuevo trabajo, 'Viento de cara'

“Somos Supersubmarina, de Baeza”. Esta ha sido su tarjeta de presentación cada vez que se han subido a un escenario. No pueden olvidarlo ni aunque quisieran puesto que, tras los conciertos, cada lunes están de vuelta en sus respectivas casas de Baeza, en Jaén. Esta localidad de 17.000 habitantes les ha visto crecer, jugar, estudiar, servir copas y, por fin, prosperar como músicos. Y, por qué no, les ha echado un cable. Es innegable que se han trabajado el camino, desde su formación en 2007, pero son bastante conscientes de que la suerte parece haber estado siempre de su lado.
En un caluroso día de verano, en Baeza se respira tranquilidad. Sus habitantes trabajan, van al mercado, los niños juegan en la plaza, la gente se saluda de una acera a otra… Alejada del casco viejo, se encuentra una parcela donde antaño solía haber unas cuadras que hoy han sido convertidas en los Estudios La Viña, cuartel general de Supersubmarina. Su estudio y local de ensayo, pintado y montado por ellos, es un lugar tranquilo rodeado de olivos. Nada más entrar, a la izquierda, hay un pequeño cuarto donde guardan amplis y cables, con sus estuches ocupados por las pegatinas de los festivales por los que han pasado. Precisamente hacia allá se dirige cargado con una enorme caja José Marín, más conocido como Chino, voz y guitarra de Supersubmarina. La banda le ha dado su toque personal al pasillo con una foto de su primerísima sesión, el colorido cartel de la gira de Santacruz (2012), su segundo álbum, y un póster de un concierto de Jack Knife, dedicado por sus compañeros de agencia de management, cuya oficina también está en la propia Baeza.

En el lado derecho está la sala de ensayo propiamente dicha, con sus paredes insonorizadas con tablones de madera, alfombras en el suelo, instrumentos perfectamente colocados y su último juguete: unas cubiertas para los amplificadores hechas a mano por Juanca, el batería, con un aire retro muy resultón. “Como no puedo jugar al fútbol, me dedico a la carpintería”, bromea Juanca, quien efectivamente ya no le puede dar al balón desde que se rompió el menisco y el ligamento cruzado. Ello, unido a su pasión por el interiorismo (es nada menos que técnico superior de proyecto y dirección de obras de interior), lo han convertido en un hobby muy productivo.
De una de las paredes cuelga una pequeña pizarra donde figura todo su cancionero, que han despiezado para decidir qué repertorio prepararán para su próxima gira, que arranca en octubre. Entre los títulos, hay una canción antigua ahora rebautizada. “A ver si adivinas cuál es”, me retan. Lo hice, pero habrá que mantener la incógnita.
En la sala de control, siguen apareciendo detalles: una pequeña estantería llena de muñequitos que José le va quitando a sus sobrinas (tiene tres hermanas mayores). Volviendo al pasillo, éste da a un salón que conecta con una gran sala vacía, aún en obras, donde grabaron parte de su nuevo trabajo. Terminada la visita, la banda, completada por Pope –bajo– y Jaime –guitarra–, se sienta en los sofás del salón, en torno a una chimenea sobre la cual luce resplandeciente su Premio Rolling Stone al Grupo Revelación 2012.
A la frescura del debut Electroviral (2010) –con la Plaza del Trigo de Aranda de Duero, dentro del Sonorama de aquel año, como prueba de fuego definitiva, previa a los primeros llenos en Madrid–, le siguió la profesionalización con Santacruz, para el cual trabajaron en Glasgow con el productor escocés Tony Doogan (Belle & Sebastian, Russian Red). Con él se reveló un sonido más compacto y oscuro que acompañaba a unas duras letras sobre una reciente ruptura.
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El 23 de septiembre llega el tercero, Viento de cara, álbum de contrastes que sigue manteniéndose fiel a su estilo, con la combinación del sonido de sus dos primeras referencias acompañando a unas composiciones que “siguen hablando sobre las cosas que nos pasan y nos interesan a nosotros”, comenta el ahora barbudo letrista y vocalista.
En junio saltó a las ondas el primer aperitivo, Hasta que sangren, una crítica política (“Y ahora vienen a pedirnos un esfuerzo/Cuando no quisieron hacerlo mejor”), cantada con mucho genio. “Sería un poco hipócrita por nuestra parte no tratar esos temas, cuando más del 50% de nuestras conversaciones van sobre cómo nos están jodiendo por todos lados”, asegura José. Unas semanas más tarde apareció el sencilloArena y sal, mostrando una cara totalmente diferente, de melodía más amable y letra de enamorado. Este contraste está presente en el orden del disco, que va descubriendo distintas facetas. Abren con medios tiempos de guitarras poderosas(Viento de cara) y sacando su lado más sensible (Extrema debilidad) para después concentrar hacia el final los títulos más cañeros (Furia, Enemigo yo). “No refleja un momento concreto; hay protesta, amor, inestabilidad… Lo que siempre hemos tratado, pero de otra manera”, explica José.
Sin embargo, hay un nexo que da sentido a todo: la positividad. Cuando empezaron con las maquetas, decidieron que necesitaban inyectar alegría, y ahí está El mañana,apostando por que se puede salir adelante, y la titular, Viento de cara, con referencias a Miguel Hernández, y, ante todo, a su buena suerte, porque el viento parece haber soplado siempre a su favor.
Antes de instalarse aquí hace dos años, ensayaban en uno de los locales que cede gratuitamente el ayuntamiento a bandas y asociaciones culturales, dentro del antiguo orfanato de Baeza. “Había muchas leyendas”, bromean. “Y unas escaleras con muy mala leche”, añade Jaime. “No tuvimos amplis grandes con tal de no tener que subirlos y bajarlos”, señala Pope. Y ahora, su técnico de sonido (y mentor), Javier Valverde, les presta este estudio. “Somos unos privilegiados en ese sentido”, reconoce Juanca.
Haciendo balance de sus siete años de carrera, también hay que recordar aquellos momentos en los que han tenido que enfrentarse a las malas lenguas. “Aunque intentes cuidar estas cosas, no podemos vivir con esa presión, porque no haríamos entrevistas. Seguiríamos un guión y le diríamos lo mismo a todo el mundo”, cuenta Jaime. “El que te tiene rabia va a aprovechar cualquier ocasión para meterse contigo”, añade José. Por otro lado, pueden estar contentos gracias a una legión de fans acérrimos y a que son pocos los medios a los que no han caído en gracia. “Si hay un blog que quiere sacarnos, estamos agradecidos. Nos gusta hacer esas cosas, somos consecuentes con lo que somos: gente normal y corriente”, explica José. Y harán gala de esa normalidad durante el resto del día.
Se acerca la hora de comer, pero antes tocan un par de temas. Llevan dos ensayos y José, que se rompió hace unos meses, va recuperando la agilidad en los dedos. Después Juanca nos lleva al centro, aparcando en plena Plaza de la Constitución. Esta plaza, como era de imaginar, era su punto de encuentro y lo rememoran sentándose donde lo hacían, al lado del puesto de chucherías. “Ahí vivía yo”, dice Jaime señalando al portal que hay justo detrás. “Y en esa casa de ladrillo rojo viven mis padres”, comenta Juanca. En definitiva, éste era su barrio, donde jugaban de críos y se conocían de vista, también de los partidos de fútbol, pero no fue hasta el instituto cuando se conocieron de verdad. Juanca y José, de 28 años, se conocieron en 3º ESO, y a Pope y Jaime, un año menores, en 4º.
Cuando empezaron con el grupo, iban a ensayar y después “a tomar la cerveza tonta antes de comer”, dice Pope. La misma ruta de hoy, con una primera parada en el Montorito (“El dueño se llama Montoro”, señala José), ahora llamado Rincón del Café. Piden botellines y un producto típico de la tierra: ochíos. “Los baezanos los llamanmasaseite; es una masa con aceite y pimentón molido”, explica el vocalista. De camino al siguiente destino, la Taberna Terry, para comer y disfrutar de unas cervezas en jarras de barro heladas, aquello es un no parar de saludar por la calle y, ya en la taberna, aparece el padre de Juanca (no hay duda del parentesco) y hasta el bedel de su instituto (que se encuentra a unos pocos metros), un personaje pintoresco, en cuya casa alojó a algunos heavies, según cuenta el grupo.
Echamos a andar por las angostas calles empedradas, pasando por la Iglesia de Santa Cruz. “La hicieron después de nuestro disco”, bromea Jaime. Vamos a casa de Juanca, un pequeño y coqueto apartamento. Se nota su afición por la decoración, con muebles elegidos con gusto y una terraza a la entrada llena de plantas muy cuidadas. Independizados desde hace casi dos años, pueden decir que viven de su profesión, aunque evidentemente el nivel de vida (y las ventajas ya mencionadas) de Baeza lo permite. Aunque, mientras estudiaban –Pope está pendiente de acabar Bellas Artes, Jaime Ingeniería Electrónica y José se sacó la carrera de piano y dejó Magisterio– tuvieron sus trabajillos, como todo hijo de vecino. El cantante cuenta con un extenso currículo: “He recogido aceitunas, he puesto copas, he sido backliner…”.
Finalmente nos acercamos al Café Central, un lugar peculiar e idóneo para cualquier amante de la música. Imágenes de Buda y toda clase de objetos se mezclan con instrumentos de anticuario, entre los que destaca un impresionante sithar falto de cuerdas, pese a lo cual no dudan en sacarlo de su vitrina para probarlo. El local acoge conciertos (Antonio Vega estuvo ahí, por ejemplo), jam sessions, noches de karaoke y dispone de terraza, donde cuatro de sus clientes asiduos se relajan, dejando claro lo bien que están en casa, de donde no tienen ninguna intención de moverse. Todos coinciden en la calidad de vida como motivo principal, el hecho de que aquí tienen a sus familias, amigos y su lugar de trabajo. Y también se refieren a las facilidades económicas (“Aquí no es ni mejor ni peor; luego me gasto el dinero en ir a Madrid a un concierto”, puntualiza José). Juanca, por su parte, añade las artísticas: “No estar rodeado de músicos tiene inconvenientes, pero también ventajas: no te dejas influenciar por lo que hacen otros”.
Es posible el hablar bien y tener siempre puestos los pies en Baeza, les devuelve ese viento que tan bien ha estado guiando al grupo. El viento de Baeza.
FUENTE: BEATRIZ H.VILORIA. Enlace tomado de: http://rollingstone.es/entrevistas/supersubmarina-heroes-del-pueblo/